Lo primero que llama la atención en este lienzo es una gran llanura de color rojo. En este cuadro, Gauguin intercala una escena realista y un bloque de color expresionista y simbólico. El bloque rojo no sirve ni refleja la realidad, sino que es la expresión de un estado de ánimo.
Aquí, al igual que en otros cuadros que repasamos más adelante en el artículo, se aprecia una fuerte influencia de las estampas japonesas, ya sea por la planitud del color o por la diagonal del tronco del árbol.
2. ¿De dónde venimos? ¿Dónde estamos? ¿Hacia dónde vamos? 1897 a 98
Este es un cuadro de escala monumental en el conjunto de obras de Gauguin. Aunque no fue encargado como mural, lo pintó como tal, tanto en tamaño mediano como grande. Utilizó tela de arpillera rugosa en lugar de lienzo para dar la ilusión de la textura rugosa de una pared y hacer que el cuadro pareciera un fresco. En las esquinas superiores del cuadro, también se puede ver el color amarillo utilizado para imitar la pared debajo del "fresco".
Este cuadro, realizado en Tahití, es un ejemplo perfecto del estilo postimpresionista de Gauguin. Es un cuadro puramente simbólico, compuesto por tres grupos que representan las tres fases de la vida. El grupo de la derecha, con el bebé y las mujeres sentadas, representa el comienzo de la vida. El grupo del centro representa la vida cotidiana de un joven adulto. Se puede ver que la figura del centro del cuadro es lo primero que llama la atención, y parece tan tridimensional que se puede tocar.
El grupo de la izquierda, naturalmente, representa la última estación invernal de la vida. A lo largo de todo el cuadro, Gauguin explora el ciclo de la vida y temas como el pecado, la pureza y la familia.
3. Mahana no atua (Día del Dios), 1984
Este famoso cuadro es otro gran ejemplo de cómo Gaugin combina los ámbitos fantástico y realista. Aunque podemos ver una escena realista representada en el cuadro, muchos colores tienen un significado puramente simbólico.
Este cuadro fue completado en París tras el regreso de Gauguin de Tahití. Representa un ídolo de madera tallada de una diosa local situado en una playa y rodeado de gente. A la izquierda, dos mujeres llevan ofrendas, y a la derecha, un grupo baila una danza tradicional. En primer plano, se ve un grupo de bañistas en la playa. Parecen tener algún tipo de parecido simbólico con el ciclo de la vida, al igual que en el último cuadro comentado en este artículo. Se trata de una obra típicamente postimpresionista, en cuanto a la simplificación de las formas y el uso simbólico del color.
4. Cristo amarillo, 1889
Esta es, sin duda, una de las obras más famosas de Gauguin. Realizada antes de su viaje a Tahití, es uno de sus primeros cuadros simbolistas. El simbolismo consistía en proyectar la psique interior en el mundo real.
La escena que se muestra en el cuadro representa la crucifixión de Cristo que ocurre en el panorama del norte de Francia en el siglo XIX. Uno o dos años después de pintar este cuadro, Gauguin también pintó un autorretrato con este cuadro de fondo. Pretende mostrar el sufrimiento, la desesperación y una fuerte voluntad de escapar de la vida industrializada y solitaria de la ciudad.
5. Merahi metua no Tehamana (Tehamana tiene muchos padres, o los antepasados de Tehamana), 1893
Durante su primera visita a Tahití, entre 1891 y 1893, Gauguin se casó con una mujer local llamada Tehamana. Se trataba de un matrimonio concertado, temporal y no vinculante. En aquella época, Tahití era todavía una colonia francesa. Antes de llegar, Gauguin esperaba encontrar una tierra indígena en bruto, no tocada por el hombre blanco.
Su sueño idealista se hizo añicos en cuanto tocó tierra, pues Tahití era ya un país totalmente colonizado.
El cuadro puede considerarse una despedida, ya que fue pintado poco antes de su regreso a Francia.
6. La Vague, 1888
Una pintura puramente simbólica. En esta obra, el espectador mira la obra desde arriba. Este punto de vista era innovador en la época. Esta costa concreta es la de un pueblo de pescadores llamado Le Perdou, donde las olas son fuertes y los vientos duros.
La energía bruta de la naturaleza se percibe en la paleta de colores que Gauguin eligió para esta obra. Ya sea el rojo de la costa o todo el arco iris de colores que se derrama de la playa al mar y rodea las rocas, el color de este cuadro es casi puramente simbólico y fantástico.
7. Café nocturno, Arles, 1888
Muchos conocen el famoso Café nocturno de Van Gogh (del mismo año), pero en nuestra opinión, la versión de Gauguin es igual de importante en la amplia mirada de la historia del arte. Se trata de un ejemplo perfecto de cuadro postimpresionista lleno de simbolismo.
A primera vista, no hay representaciones sugestivas explícitas, ni ninguna insinuación de lujuria, pero mirando el cuadro a través de una lente simbólica, se nota fácilmente el contraste entre el verde y el rojo, la mirada de la madame, el gato bajo la mesa, e incluso la postura de la gente del fondo, todo insinuando un ambiente promiscuo.
8. Árboles azules. Ya te llegará el turno, guapa!, 1888
A primera vista, puede parecer una pieza alegre de la naturaleza, con colores vivos y alegres. Observando la paleta de colores, se puede entender fácilmente cómo Gauguin inspiró a los fauvistas. Pero cuanto más se mira, más ominosa se vuelve esta pintura.
La perspectiva del campo parece elevarse hacia el espectador, amenazando con estrellarse. La paleta de colores poco ortodoxa crea un ambiente inquietante. La extraña interacción entre las dos figuras amplifica el efecto. La paleta de colores oscuros e intensos, así como los cuatro troncos de los árboles, dividen el cuadro en una cuadrícula.
9. Área, 1892
Una escena encantadora y exótica a los ojos de Gauguin. En este cuadro, en el que se mezclan el sueño y la realidad, podemos ver a dos mujeres y un perro en primer plano, y a otro grupo de mujeres adoradoras en el fondo. Adoran una estatua maorí.
Aunque este cuadro no fue aclamado por la crítica, por no decir otra cosa, Gauguin lo consideraba una de sus mejores obras. Es una de las obras que realizó en su primera visita a Tahití. Está llena de armonía y melancolía, de lujo y naturaleza al mismo tiempo.
10. Paisaje cerca de Arles, 1888
Este cuadro es un poco diferente del resto de los cuadros enumerados en este artículo. No se le pueden atribuir las características de la corriente simbólica ni del estilo postimpresionista, aunque tiene algunos indicios de ambos. En esta obra, empezamos a ver el comienzo del postimpresionismo de Gauguin.
Vemos la simplificación del mundo natural en formas geométricas, que es la marca estilística del postimpresionismo. Al mismo tiempo, también podemos observar pinceladas rápidas y cortas, un elemento distintivo del impresionismo. Lo que le falta a esta obra del impresionismo es una representación realista de los colores de la naturaleza y una representación natural de la iluminación.
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